Dismorfia corporal: un trastorno de la imagen que crece entre redes sociales y filtros - Revista Galeria en Montevideo Portal

2021-12-27 19:53:21 By : Ms. Cora Wang

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Caminando por la calle, Olivia se miraba de reojo en el vidrio de un auto, seguía, pasaba por una tienda de ropa y giraba su cabeza hacia el ventanal. No miraba las prendas, sino su propio reflejo. Y así con cada superficie reflectante. Necesitaba chequear que estuviera todo en orden, o, en realidad, confirmar que no lo estaba. La marca seguía en su mejilla, igual que ayer, que antes de ayer y que todos los últimos 985 días de su vida, desde que le habían inyectado cortisona para tratar un quiste de grasa. “Ni se nota”, le decían amigos e incluso apenas conocidos con quienes se las ingeniaba para obtener una respuesta, aunque nunca se conformaba. Para ella, todos le mentían.

Después de miles de horas frente a un espejo o a la cámara frontal del celular, de infinitas comparaciones entre sus selfies de antes de tener esa marca con las de después, Olivia pasó el verano de 2018 pidiendo permiso para ir al baño y usando el celular solo media hora cada noche, tiempo en el que era vigilada por orientadores que tenían que asegurarse de que no usaba Snapchat ni la cámara frontal ni se hacía zoom en la cara. Como ella misma relata en una columna del Huffington Post, a Olivia Loving (escritora) le diagnosticaron Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) o dismorfofobia, una patología registrada y reconocida oficialmente como trastorno psiquiátrico en 1987, en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM).

Sí, era apenas una pequeña marca, un mínimo hoyuelo en una parte de su mejilla, y ese es, justamente, un punto clave de todo este asunto. El TDC es un trastorno obsesivo que consiste en una preocupación excesiva por cualquier defecto físico, que puede ser real o imaginado, lo que causa un malestar psicológico significativo hasta el punto de provocar aislamiento social, deteriorar el desempeño laboral, desarrollar trastornos de ansiedad o, en el peor de los casos, desencadenar síntomas depresivos severos, con todo lo que eso implica. 

No importa el tamaño o lo notorio del supuesto defecto. De hecho, puede ser hasta imperceptible para el entorno. Precisamente, la dismorfofobia consiste en generar una imagen distorsionada del propio cuerpo. Por eso, quien la padece sufre constantemente por ese defecto, en el que focaliza toda su atención y pensamientos cada vez que se mira al espejo o se ve en una foto, cuestión que suele ocurrir varias veces a lo largo de cada uno de sus días. 

Aunque el temor irreal de fealdad u obsesión por la estética son conductas tan viejas como la propia posibilidad de verse frente a un espejo, en los últimos años la alta incidencia de este trastorno preocupa a especialistas de varios ámbitos, sobre todo tras el uso cada vez más desmedido de las redes sociales y los tan dañinos filtros de belleza. Y es especialmente alarmante entre el público adolescente. 

Un artículo de la revista de Cirugía Plástica Iberolatinoamericana señala que en Estados Unidos la prevalencia de este trastorno en la población general es de 2,4% y en Brasil de 12%, mientras que en Argentina alcanza al 47% de la población femenina adolescente. Aunque tradicionalmente se asocia este trastorno con las mujeres, los estudios (por el momento) no han detectado diferencias significativas en la incidencia entre ambos sexos. 

“Empeoramos los problemas de percepción corporal a una de cada tres adolescentes”, decía una presentación interna de Facebook sobre los efectos de Instagram en sus millones de usuarios jóvenes, publicada como parte de una investigación reciente de The Wall Street Journal. En el reporte también se descubrió que el fenómeno es particularmente grave en Instagram, ya que la red está diseñada para que cada uno muestre la mejor versión de uno mismo y sus vidas. En ese punto se detuvo la psicoterapeuta y profesora Delfina Miller: “Justo estamos haciendo una investigación sobre la diferencia que hay entre la imagen que un adolescente tiene de sí mismo y lo que presenta en redes. La mayor parte de las veces hay una diferencia enorme, no solo entre cómo son, sino en cómo se sienten y se presentan. Eso hace que les pese porque sienten que en realidad no son ellos. Y es verdad, muchas veces hay diferencia”.

Consciente de la problemática, Facebook está tomando cartas en el asunto y anunció en marzo de este año que está construyendo una versión de Instagram para menores de 13 años.

Distorsión dañina. Famosos y famosas que usan filtros hasta para hacer un vivo por Instagram, que se fotografían en sus mejores momentos, con la mejor luz, e incluso con Photoshop añadido. Otras personas más o menos anónimas hacen exactamente lo mismo. A todo eso se exponen adolescentes (o adultos) que se deslumbran ante tanta armonía estética y la bombardean de likes, pero una cosa lleva a la otra. Un estudio realizado por la Universidad Estatal de Florida descubrió que un grupo de mujeres a las que se les pidió navegar en las redes durante 20 minutos experimentó una mayor insatisfacción corporal que aquellas que pasaron 20 minutos investigando sobre felinos de selvas tropicales. 

La empresa Dove —que hace años realiza acciones asociadas a la autoestima de las mujeres— realizó este año la campaña Sin Distorsión Digital, tras constatar la relación cada vez más alta entre el uso de las redes sociales y la distorsión de la imagen corporal. “Para las jóvenes con tendencias al perfeccionismo, la ansiedad o trastornos de la alimentación, las imágenes (a menudo mejoradas digitalmente) de muchachas o mujeres delgadas, pueden hacer que relacionen la delgadez con la felicidad. El reconocimiento de sus propias fotos por otros usuarios en las redes sociales puede satisfacer falsamente su necesidad de aceptación, distorsionando aún más la imagen que tienen de sus cuerpos”, señala Dove en su sitio web. Miller, por su parte, agrega lo siguiente: “Muchas veces los adolescentes o adultos quedan atrapados en eso de no mostrar cosas feas que tengo si otros no las muestran. Se quedan en una cosa superficial, y esto del exitismo quita toda la parte reflexiva que es la parte más rica del ser humano”. 

Las redes sociales juegan su papel en toda esta historia de la mano de otro fenómeno: el auge de las selfies o autofotos. Según un estudio publicado en 2015 por la BBC, las personas entre 16 y 25 años demoran un promedio de 16 minutos y siete intentos en sacarse la “selfie perfecta”, y esa presión por alcanzarla, lejos de ayudar, solo contribuye a seguir desarrollando conductas obsesivas en torno a la estética. 

Aunque en Instagram predominan los posteos que persiguen un ideal de belleza, que pasan por muchos filtros e intentos, hay usuarios que también tratan de generar un movimiento que va por el camino opuesto. “My only roles in 2021” (mis únicos roles en 2021), dice la actriz y directora Julie Delpy en una foto que publicó en Instagram de su panza, en una clara referencia a los denominados rollos por la acumulación de grasa en su abdomen. Como ella, varias personas buscan generar un poco de consciencia entre tanta realidad distorsionada por las redes. En 2019, la cantante Demi Lovato subió una foto en bikini sin editar en la que deja ver celulitis en sus piernas. Admitió que fue la primera vez que compartió una foto sin editar. “Estoy literalmente cansada de estar avergonzada de mi cuerpo, editándolo para que otros piensen que soy su idea de lo que es hermoso, pero no soy yo. Esto es lo que soy. Quiero que este nuevo capítulo en mi vida sea sobre ser auténtica con lo que soy en lugar de tratar de cumplir con los estándares de otra persona”, escribió. Drew Barrymore es otra de las celebridades que suele publicar fotos a cara lavada y luce con orgullo sus líneas de expresión. 

Y así como existen los filtros que alisan la piel, alargan las pestañas, achican la nariz y agrandan los labios, hay usuarios que crearon los filtros llamados filter vs reality, que alteran una mitad del rostro con filtro y dejan la otra mitad al natural. Y ya son varios los famosos que hicieron uso de este filtro para concientizar sobre la distorsión digital. 

Fomentar la reflexión en la adolescencia con respecto a estos temas es clave, según la psicóloga, ya que en esta etapa —o en la adultez temprana— se inician generalmente los síntomas de la dismorfia corporal. “En la adolescencia se puede desarrollar mucho, o realmente puede pasarse por alto cuando es todo acción y acción sin reflexión, y eso empobrece muchísimo”.

Adiós defecto, ¿hola felicidad? Ante un supuesto defecto que les provoca tanto malestar y obsesión, quienes padecen de dismorfia corporal suelen buscar soluciones rápidas que lo eliminen por completo y puedan así mirarse al espejo y sentirse en armonía. Y las vías para tratar de hacerlo son muchas, desde tratamientos más o menos invasivos hasta la cirugía plástica. 

Sin embargo, cuando existe dismorfia corporal, la cirugía o el tratamiento estético está muy lejos de ser una solución. Sobre eso advierte la psicoterapeuta Delfina Miller: “La mayor parte de las veces, en mi experiencia, sienten una mejoría que es transitoria. Si no es transitoria es porque además de mejorarse la nariz o ponerse pechos, de alguna manera fueron recuperando esa valoración propia. Si te quedás solo en la cirugía, la cirugía pierde su efecto y si el problema tenía que ver con la valoración, te sentís mal, porque te ves distinto, o no te gusta como te quedó, o pensás que te podía haber quedado mejor. A veces se empieza por una cirugía, pero se ve que empiezan por algo y siguen, y siguen”. En casos en los que no exista este trastorno, la psicóloga cree que las cirugías pueden ser una solución, pero siempre deben acompañarse de una reflexión y análisis previo. “Es pensar un poco y evaluar qué no te está gustando, por qué no te está gustando y hasta dónde ese cambio físico puntual te va a mejorar la calidad de vida”, señala. 

Como cirujano plástico, Gabriel Pignata está “al alpiste” de los trastornos dismórficos corporales, dada su alta incidencia. Y si cree estar ante un paciente con este trastorno, no duda en excluirlo del proceso de cirugía y procurar una consulta con psiquiatra. 

“Tenemos testimonios y estudiamos y estamos muy atentos a cuando el paciente tiene una preocupación excesiva. El paciente tiene todo derecho a que le moleste algo en su cara, pero vos ves cómo te lo plantean. Me ha pasado de tener pacientes con preocupaciones excesivas”, cuenta. 

¿Cómo darse cuenta si se está ante una persona con trastorno dismórfico corporal? Las conductas comunes son varias, como mirarse compulsivamente al espejo o cualquier superficie reflectante, o la incapacidad de mirar su propio reflejo, fotografías y videos de uno mismo. También intentan camuflar los defectos con cosméticos, ropa holgada, mantenimiento de cierta postura corporal o uso de sombreros. Usan técnicas de distracción como ropa extravagante o joyas llamativas. Tienen excesivas conductas de aseo. Se palpan compulsivamente la piel para sentir y estimar el defecto percibido. Recurren a dietas y ejercicio sin fin. Comparan su apariencia o determinadas partes del cuerpo con la de los demás y se obsesionan con aquellos famosos a los que desean parecerse. Buscan compulsivamente información sobre el defecto que los atormenta, entre muchas otras conductas. 

Los estudios señalan que una persona con dismorfia corporal puede pasar más de ocho horas diarias con pensamientos intrusivos sobre este defecto. “Están todo el día pensando en eso, y su reacción es excesiva, la persona está afectada. Te dice que no puede dormir, comer, no quiere que la gente la vea. Cuando ves que hay un deterioro social y laboral que le impide actuar como individuo, ahí tienen que saltar todas las alarmas, porque a ese paciente hagas lo que le hagas, es probable que no esté satisfecho”, apunta Pignata. Un estudio citado por la revista de Cirugía Plástica Iberolatinoamericana reveló que solo 3% de los pacientes con dismorfia corporal se sentían satisfechos tras una cirugía, mientras que la disconformidad con el aspecto físico persistió en la mayoría.

Florencia De los Santos es doctora en Medicina y máster en Medicina Estética y Antiaging, y también ha tenido que decir que no cuando percibe una conducta obsesiva. Ese fue, por ejemplo, el caso de una paciente que tomó un espejo y empezó a buscar una supuesta arruga que se llegaba a ver solo con determinada luz. “Ahí tenés que saber que hay un problema de fondo. Les pido que me cuenten por qué les molesta eso. Son pacientes complejos, hay que explicarles de dónde viene todo esto, y no complacerlos intentando eliminar esa supuesta imperfección. Cuando tratamos el rostro no vamos a buscar el árbol, vamos a ver el bosque”, detalla. A su consultorio se han acercado clientas para pedirle una piel como la que les deja un filtro de Instagram. “Les decís que no van a quedar jamás así porque tiene filtro. Imaginate todo el problema que se le viene a la gente que ya nace con las redes y esto es parte de su vida normal”, comenta. 

La especialista habla sobre “lo bueno que es querer verse bien y lo malo que es el extremo”. “Estamos rodeados de este universo de redes sociales que nos está continuamente bombardeando con imágenes de perfección. Los filtros son terribles porque nos generan una idea de piel perfecta que no existe, curvas faciales que no existen. La perfección no existe, somos seres humanos”.

Tanto De los Santos como la doctora especializada en Medicina Estética Anellia Kutscher destacan la importancia de no llegar al extremo de lo inalcanzable con sus pacientes, ni que pierdan sus rasgos propios. De los Santos no realiza un tratamiento cuando le piden resultados que son desproporcionados para el rostro, como labios y pómulos muy grandes. Kutscher dice que aunque el motivo de consulta muchas veces parece ser solo estético, puede enmascarar ciertos estados de ánimo ansiógenos acentuados por el consumo de las redes. “En la primera entrevista uno puede tomarse el tiempo de ver cuál es la expectativa del paciente, y hay pacientes que preferimos no tomarlos, porque sabés que si no soluciona otras cosas, no va a quedar satisfecho con el tratamiento que le hagas. Tratamos de generar una expectativa realista y una aceptación de las cosas que hay que aceptar, y que hay caminos que no le aconsejas recorrer”. 

De los Santos no atiende a menores de 18 años, pero sí lo hacen otras clínicas. Pignata comenta que en casos de adolescentes, se realiza una cirugía siempre y cuando exista consentimiento de los padres, además las consultas correspondientes con la familia y el paciente. 

Un fenómeno de las redes señalado tanto por Pignata como por las especialistas, son los llamados russian lips (labios rusos), que tras procedimientos estéticos logran tener mayor volumen sin proyectarse hacia adelante. “No son rasgos humanos y los están empezando a buscar, y a veces generan problemas de salud en los labios”, explica Pignata. 

Pero hay un punto que tanto a los obsesivos por la estética como a los que padecen el trastorno dismórfico corporal les resulta difícil de comprender: el verdadero valor de una imagen perfecta. “Fuerte es reconocer las partes que tengo bien y las que tengo mal. Y las que tengo mal, puedo tratar de superarlas sin quedarme atrapado en eso”, señala Miller.

Y también, que el atractivo de una persona va mucho más allá de su apariencia. Basta con preguntarse qué fue lo que llevó a una persona a sentirse atraída por otra. “Nunca resulta sumamente atractivo alguien que no se siente atractivo, sin llegar a sentirse perfecto, porque eso genera rechazo. El tema de la seguridad, de la tranquilidad, la aceptación. Eso atrae. Por supuesto que no es la apariencia física lo que determina el atractivo. Es mucho más la actitud con la que vos lleves tu físico”, apunta Miller. Entonces, ¿de verdad queremos lucir inmaculados y libres de auténticas imperfecciones? 

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